En el continuo Vida/Muerte/Vida, la Muerte
representa una pauta esencial de la creación. Así es, también con la Sexualidad
y merced a sus eróticas atenciones y sus generosas urbanidades la vida se
redime, se recobra y se reivindica. Vida/Sexualidad/Vida.
Si uno desea la salud y una vida abundante
y avivada, debe componerse una obra musical para cuya ejecución nos
favoreceremos de la sexualidad como pedales de la orquesta.
Se da en buena parte de la cultura
occidental que el carácter de la Muerte se ha envuelto en distintos dogmas y
doctrinas hasta separarlo de su otra mitad que es la Vida. Lo mismo ocurre con
la Sexualidad que viciada por ortodoxias nocivas, censuras malditas y un
reflujo inagotable de condenas ha sido rechazada y olvidada. Relegada al
microcosmos del placer sexual y para quienes lo puedan ejercer, una sexualidad
acotada y sometida a un presupuesto.
Pero en otras culturas como la de las
Indias Orientales y la maya, que han conservado las enseñanzas acerca de la
rueda de la vida y la muerte, la Dama de la Muerte envuelve a los moribundos,
alivia su dolor y los consuela.
Es fundamental entender que la sexualidad
no es algo que uno tiene que desear y buscar sino que escucharla, atenderla y
experimentarla. Ya que es una sinfonía que se genera desde el adentro, un eco
multiplicándose por las oquedades que se distribuyen por todo nuestro
existir. Un concierto que en armonía -esto es: la unión y combinación de
sonidos simultáneos y diferentes, pero acordes, bien
concertados y con una grata variedad de movimientos, cadencia, ritmo, medidas y
pausas, caricias y besos- y en su ejecución magistral, el Ars Amandi, es
una joya de nuestra esencia producto de atraerse y desearse, es un arte, el
arte de amarse, y crea un verdadero e insobornable amor sin paridad, salud sin
límite.
Hay en toda relación, entre dos personas o
más –parejas, amistades, familia, compañeras,...- un corazón y un brío. Una
sístole y una diástole y cuando se acalla un brío se entona otro. Necesitan, el corazón y el brío, una
forma de expresión y bien podría ser esta la sexualidad.
Si creemos que la fuerza de la sexualidad
no tiene cabida en el desorden nos equivocamos, la sexualidad no se conforma
con la insinuación perversa de la Señora de la Guadaña. En el silencio oscuro e
infausto que brota en la afección y el desequilibrio, amarnos cogidos de las
manos, amarnos con las palabras, amarnos con las miradas y las caricias,
sintiéndonos con el abrazo, satisfaciendo la sed de piel… nos trae un
lenguaje musical, para nuestro ser, hacedor de azarosas proezas en favor de la
vida. Las fuerzas que la sexualidad pone en movimiento forman parte de nuestra
propia naturaleza, emergen de una batuta interior que conoce las notas del
pentagrama y la coreografía de la danza Vida/Muerte/Vida.
La mayoría de nosotros, aludiendo a la
sexualidad, pasamos por encima de ella, tropezando y sin prestarle la atención
debida. No obstante, la sexualidad es una pedagoga sabia, como la muerte, conoce
nuestra holística, reconoce cuándo algo puede, debe y tiene que nacer y cuándo
tiene que morir. Y, en nuestras asaduras conocemos, intrínsecamente, su
métrica y su disciplina.
Para acabar, quiero traer a colación
palabras de Rosario Castellanos, la mística y poeta mexicana, que escribe a
propósito de la entrega a las fuerzas que gobiernan la vida y la muerte:
... dadme la muerte que me falta...
Yo, parafraseándola, aludo:
…dadme la sexualidad que me falta…
Y diría más, emulando al poeta, que la
muerte –aquella que no da fruto- es quizás el tiempo que transcurre entre que
tú y yo hace dos instantes que no nos miramos ¿no es eso acaso ausencia de
sexualidad, la muerte que cosecha la vida?
releyendo "la mujer esqueleto"
cuento de "mujeres que corren con los lobos"
Juan Carlos Canto Manteca