No sé si existe la bisexualidad o
si la heterosexualidad es un roll que hemos creado. Quiero decir, que si
atendemos a estudios que nos refieren que en una primera fase el embrión es
femenino y luego la naturaleza, realizando un sobre esfuerzo, le suma algún
gameto (me disculpáis los entendidos, estoy abierto a la corrección) para
encaminarlo hacia lo masculino, bien
podría ser que mi deseo sexual por el otro venga impreso en la genética.
Dicho esto, quiero haceros participe
de un “reto-experimento”, al que me invita un amigo.
Desarrollo a grandes rasgos y con
la mirada puesta en otrora:
Este verano, como otros
anteriores, me desplazo a una maravillosa ciudad de piedra, en tierras
castellanas. Lo hago para trabajar y compartir, a pensión completa, la vivencia
del día a día con personas diversas, que por motivos diferentes y en origen
comunes, están conviviendo una experiencia vital.
Allí, hace unos años, por primera
vez, sentí mariposas en el estómago por un hombre y lo viví como un amor
platónico. Somos amigos y compañeros de camino, pero nada más, salvo lo que yo
sé. Lo vivo sin darle más importancia que la que tiene para mí: “que estuve
enamorado”.
Esto lo dejé en mi zona 0, donde
se guardan los secretos inconfesables. Sin embargo, el reto de mi amigo me pone
en el planteamiento de la bisexualidad y
la posibilidad de tener una relación sexual, en mi caso, homosexual.
Esto se da con frecuencia en la pubertad/juventud, he podido constatarlo -en mi
caso no se dio- por las aportaciones de otras personas, tanto hombres como
mujeres, estas más que ellos (a la hora de confesarlo, claro).
Pues este verano me puse. Tengo
amigos homosexuales, -antes no me suscitaba si lo eran o no, es algo que no me
genera ningún planteamiento, al igual que no me esbozo si mis amigas son
femeninas- y me insinuó a uno con el que tengo la suficiente confianza como
para hacerlo. Le expreso mi necesidad de querer conocer que es yacer con una
persona de tu mismo sexo.
Sin embargo, pese a un tonteo y
un juego de “amistades peligrosas” que dura dos semanas, el hecho no se
consuma. Bien es cierto que disfruté y pude comprobar que obtengo placer
sexual, esto es, alimento mi sexualidad, también con personas de mí mismo sexo
al saciar mi sed de piel.
Añadir aquí, que hubo una parte
negativa al comprobar lo cerrado que es, en ocasiones y diversas situaciones,
el universo homo y esto fue muy determinante para que yo no me sintiera acogido
por mi condición de hetero. Tachándoseme de -que nadie se me ofenda- “maricón
en el armario”. Llevo tiempo conociéndome interiormente y puedo asegurar que ni
lo uno ni lo otro, me considero una persona con necesidades y deseos no
encasillables.
Para acabar y a modo de
conclusión, pese a no llegar un acto sexual (mete-saca)
y
quedarme con la incógnita, he de reconocer que no me generó ninguna emoción ni
sentimiento “desagradable”. No me sentía fuera de lugar, salvo excepciones, y
mucho menos no me siento menos hombre. Incluso aseguro que mi energía varonil
ha crecido. Es cierto que el estar delante de la mujer el hombre reconoce su
virilidad, no obstante al estar frente a un hombre, permitiéndome sentir
atracción por este y deseo sexual, me ha enfatizado mi ser masculino.
Carlos Vidal